Enigmas
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ESPECULACIONES FORTIANAS: LA TIERRA, PERTENENCIA EXTRATERRESTRE
Creo que somos bienes inmobiliarios, accesorios, ganado. Pienso que pertenecemos a algo.

Intelectual inquieto, examinador metódico de lo inexplicado y dotado de un singular sagacidad deductiva Charles Fort expone en 1919 en su "Libro de los Condenados" con lógica implacable y un estilo directo una de los mas aceptables enfoques acerca de la hipotética pertenencia extraterrestre de nuestra civilización, la que incluye además su lado conspirativo. Es el resultado de una búsqueda acuciante de un hilo de sentido dentro del caos de datos extraños y anómalos recopilados. Dueño de un singular criticismo ilustrado ( que en ocasiones da paso a una incontenible ironia) comienza apuntando a la astronomía y a los desvíos de la ciencia en general respecto a muchos de los "sucesos condenados" que han caído en sus manos.

Más que los hechos insólitos en sí, lo que sorprendió (siempre) a Fort fue la uniforme actitud de la ciencia respecto a ellos: 1) ignorarlos en la mayoría de los casos; 2) desacreditarlos en el tono de “denuncia de un engaño o estafa”; 3) aducir explicaciones que para Fort eran de una torpeza rayana en el ridículo, y que en todo caso apuntaban a definir tales sucesos como “excepciones que confirman la regla”. Fort se percató de que las revistas científicas “exhumaban esas cosas sólo para enterrarlas de alguna otra forma”; lo que no cabía en los paradigmas científicos era así erradicado de la atención colectiva. (1)

Sigamos al propio Fort ....
"La conciencia de lo real es la mayor resistencia posible a las tentativas de realizarse o de convertirse en real, puesto que se contenta con sentir lo que alcanza la realidad. Yo no me opongo a la Ciencia, sino a la actitud de las Ciencias desde el momento en que imaginan haber realizado un fin. Me opongo a la creencia, no a la aceptación; a la insuficiencia tantas veces comprobada, a la puerilidad de los dogmas y los standard científicos. Si varias personas parten hacia Chicago y llegan a Búfalo, y si una de ellas se persuade de pronto de que Búfalo es Chicago, opondrá una resistencia al progreso de los demás. Así actúa la astronomía y su pequeño y aparentemente exacto sistema.
Pero tendremos datos de mundos redondos, y de mundos ahusados o en forma de rueda; de mundos parecidos a titánicas tijeras o unidos unos a otros por hileras de filamentos: mundos solitarios y mundos en horda; mundos inmensos, mundos minúsculos, algunos formados por la misma materia que nuestro planeta, otros elevándose en superconstrucciones geométricas de hierro y acero. Restos y fragmentos de vastos edificios. Un día u otro sabremos que, además de las cenizas del coque y del carbón, fragmentos de acero han caído sobre la Tierra.
Pero, ¿qué sabría un pez de las grandes profundidades si una plancha de acero, desprendida de un pecio, le golpeara la nariz? Estamos sumergidos en un océano convencional de densidad casi impenetrable. A veces soy un salvaje descubriendo un objeto en la orilla de su isla, a veces soy como un pez de las profundidades y me duele la nariz.

El mayor de los misterios: ¿por qué no se muestran ellos a nosotros, abiertamente? Quizá se mantengan apartados por razones morales; pero, ¿no habrá entre ellos algunos degene­rados? O por razones físicas: desde el momento en que evalua­mos esta posibilidad, creemos de buen grado que el acercamiento de nuestro mundo por otro mundo sería catastrófico. Pero, con todo, debemos interesarles, sea el grado que fuere. Los microbios y los gérmenes nos interesan, algunos incluso nos apasionan. ¿Un posible peligro? Cuando una de nuestras naves duda en aproximarse a una costa rodeada de arrecifes, envía una canoa.

¿Por qué no se establecerán relaciones diplomáticas entre los Estados Unidos y Cyclorea (este es el nombre, en astronomía avanzada, de un notable mundo en forma de rueda)? ¿Por qué no nos enviarán algunos misioneros para convertirnos abiertamente, arrancarnos de nuestras prohibiciones bárbaras y de nuestros tabúes y preparar el camino a un mercado ventajoso de ultra-biblias y de super-whiskeys?

Entreveo una respuesta simple e inmediatamente aceptable: ¿educaríamos nosotros, civilizaríamos nosotros, si pudiéramos, a los cerdos, a los patos y a las vacas? ¿Estaríamos dispuestos a establecer relaciones diplomáticas con la gallina que pone para nosotros, satisfecha de su sentido absoluto de la perfección?

Creo que somos bienes inmobiliarios, accesorios, ganado. Pienso que pertenecemos a algo. Que antiguamente la Tierra era una especie de "No mans's land" que otros mundos han explorado, colonizado y disputado entre ellos. Actualmente, alguien posee la Tierra, y ha alejado de ella a todos los colonos. Nada se nos ha aparecido viniendo del más allá, tan abiertamente como un Cristóbal Colón desembarcando en San Salvador o Hudson remontando el río que lleva su nombre. Pero, en cuanto a las visitas subrepticias hechas al planeta, muy recientemente aún, en cuanto a los viajeros emisarios llegados quizá de otro mundo y cuidando mucho de evitarnos, tenemos pruebas convincentes.

Emprendiendo esta tarea, deberé prescindir a mi vez de algunos aspectos de la realidad. Veo difícil, por ejemplo, cómo abarcar en un solo libro todos los usos posibles de la humanidad para un modo distinto de existencia, o incluso justificar la lisonjera ilusión que quiere que seamos útiles a algo o a alguien. Los cerdos, los patos y las vacas deben, en principio, descubrir que son posesión de alguien, y después preocuparse por saber por qué son poseídos. Quizá somos utilizables, quizá se ha operado un convenio entre varias partes: algo sobre nosotros tiene derecho legal por la fuerza, después de haber pagado por obtenerlo, el equivalente de las cuentas de colores que le reclamaba núestro anterior propietario, más primitivo. Y esta trans­acción es conocida desde hace varios siglos por algunos de nosotros, carneros emisarios de un culto o de una orden secreta cuyos miembros como esclavos de primera clase, nos dirigen de acuerdo con las instrucciones recibidas y nos encaminan hacia nuestra misteriosa función.

Antiguamente, mucho antes de que la posesión legal fuera establecida, los habitantes de una multitud de Universos aterrizaron en la Tierra y saltaron, volaron, navegaron o deriva­ron, empujados, atraídos hacia nuestras orillas, aisladamente o bien en grupos, visitándonos ocasionalmente o periódicamente por razones de caza, de trueque o de prospección, quizá también para llenar sus harenes. Instalaron aquí sus colonias, se perdieron o debieron volver a marcharse. Pueblos civilizados o primitivos, seres o cosas, formas blancas, negras o amarillas. Tengo todas las razones para creer que los antiguos bretones eran azules.

Por supuesto, la antropología convencional quiere que sencillamente se hayan pintado de azul. Pero, en mi antropología avanzada, eran realmente azules. Recientemente, ha nacido en Inglaterra un niño de color azul. Explicación: puro y simple atavismo. Gigantes y Hadas. Los acepto. La Ciencia de hoy es la superstición de mañana, la Ciencia de mañana, la superstición de hoy."

(1) Charles Fort: el escepticismo creativo por Daniel Gonzalez Dueñas
(2) El Libro de los Condenados - Charles Fort


(Fragmentos de la siguiente fuente bibliográfica).
Libro:  El Libro de los Condenados - (1919)
NOTA: El subtitulado y los subrayados del fragmento no corresponden al autor.
Asociado a Libreria Santa Fe
Acerca de Charles Fort - 1874-1932  
 Investigador de sucesos inexplicables, autodidacta y escritor estadounidense. A lo largo de su vida ha clasificado mas de 60.000 referencias de sucesos anómalos y extraños, "hechos condenados, por la ciencia y hasta por el mismo sentido común". Autor de cuatro obras El libro de los condenados (1919), New Lands (1923), Lo! (1931) y Wild Talents (1932) conteniendo el resultado de sus investigaciones.


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